1.

Mi primo corría tan rápido como si tuviese un galgo tatuado en el cuello. Era imposible ver sus zapatos. A mí me daba rabia verle correr tan rápido así que, generalmente, yo salía corriendo en la dirección opuesta. El resultado era que él terminaba en una punta de la ciudad y yo en la otra. Una vez llegué tan lejos que, para regresar al barrio, tuve que coger un autobús. Me quedé dormido en el autobús y, cuando abrí los ojos, estaba en un barrio que no había visto en mi vida.

2.

La ciudad está llena de barrios que no he visto en mi vida. Podría haberme quedado montado en el autobús y esperar hasta que éste llegase a algún otro lugar que me sonase pero, no sé exactamente por qué motivo, me sedujo aquel barrio desconocido, me sedujo el hecho de que nada de lo que había a mí alrededor me resultase familiar: exactamente lo mismo que si estuviese en una ciudad que no fuese la mía y que tuviese un nombre tan raro como Leningrado o Helsinki. Así que me bajé del autobús en aquella parada desconocida y comencé a caminar entre la gente. Anduve perdido unas dos horas hasta que, finalmente, logré encontrar un punto de referencia que me ayudó a encontrar el camino de vuelta a casa. Mi primo ya no estaba, no estaban ninguno de los chicos:  mi barrio a aquella hora estaba tan vacío como si las puertas de los bloques tuviesen hambre y se hubiesen tragado a todo el mundo.

3.

Subí a mi casa y le dije a mi madre que me iba a tatuar un galgo en el cuello. Mi madre me dijo que ella me iba a tirar el plato de lentejas por la cabeza, y yo le dije que había tardado tanto en volver porque me había perdido y que tal circunstancia me había servido para darme cuenta de que la ciudad era mucho más grande de lo que yo pensaba.

4.

Si me tatúo un galgo en el cuello no voy a correr lo mismo que un galgo pero voy a tener siempre presente el hecho de que tengo que procurar ser un poco más rápido; más rápido en términos generales, no solamente corriendo. Lo único que hago más rápido que casi todo el mundo es pensar y eso, la mayor parte de las veces, es una fuente de problemas porque suelo pensar más cosas en menos tiempo y le doy demasiadas vueltas a los temas, sin ni tan siquiera pasar por boxes, y el tiempo que invierto en llegar de una preocupación a otra va reduciéndose cada día.